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La representación de la ausencia en la fotografía

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Introducción.


La fotografía, según la RAE, es el procedimiento o técnica que permite obtener imágenes fijas de la realidad mediante la acción de la luz sobre una superficie sensible o un sensor. Pero desde sus orígenes, la fotografía ha trascendido esa definición técnica: no solo registra lo que está, también es capaz de hablar de lo que no está, de lo invisible, de lo perdido. La ausencia en la fotografía se convierte así en un territorio fértil, donde lo que no vemos resulta tan elocuente como lo que aparece dentro del encuadre.


En entradas anteriores hemos explorado cómo percibimos las imágenes a través de las leyes de la Gestalt, cómo se articula la narración visual y cómo la serendipia ha marcado la historia de la fotografía. Hoy damos un paso más: abordamos un tema central en el discurso visual contemporáneo, la representación de la ausencia.



La fotografía como registro de lo que falta.


Si bien la fotografía nació con la vocación de registrar la presencia —el rostro de un ser querido, el paisaje lejano, el instante decisivo—, pronto se advirtió que podía representar con igual fuerza lo que no está: la huella, el rastro, el vacío. Fotografía de un juguete abandonado, una silla vacía, una prenda de ropa sin dueño. Objetos que hablan, en silencio, de una pérdida, de un tránsito, de un final.


Esta capacidad conecta con lo que ya exploramos en la entrada dedicada a la Gestalt: nuestra percepción tiende a completar, a cerrar formas, a buscar lo que falta. De ahí que las imágenes de ausencia activen de manera poderosa nuestra imaginación, invitándonos a reconstruir narrativas invisibles.



Ejemplos de autores y proyectos


A lo largo de la historia reciente, múltiples autores han hecho de la ausencia un tema central en su trabajo. Revisemos algunos ejemplos significativos:


Julio López Saguar – Conversaciones en silencio


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Un proyecto que despliega escenas aparentemente triviales, espacios cargados de memoria, objetos que se convierten en interlocutores mudos. La ausencia aquí no es dramática, sino íntima: lo que no vemos son las voces, los cuerpos, las conversaciones ya extinguidas. Una exploración poética del silencio como materia fotográfica.





Pablo Chacón – Colapso


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Ensayo fotográfico que reflexiona sobre la muerte a través de objetos reales usados por personas para poner fin a la suya. Como una síntesis visual que exprime el poder evocador de los objetos, este inventario de la desesperación busca reflejar la cara más dura de la condición humana.


En el mundo se suicidan al año más de 800.000 personas, cifra que supera la suma de víctimas de guerras y homicidios. En España, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural.


La serie de Chacón pone en evidencia esta realidad silenciada: la ausencia aquí es radical, porque no muestra el acto, sino sus rastros.



Gonzalo Juanes.


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Fotógrafo ligado a la transición española, Juanes trabajó escenas íntimas y domésticas que, a pesar de su aparente sencillez, transmiten el peso de lo no dicho. Una mirada que encarna la ausencia como parte de la vida cotidiana y como herencia cultural de un país en cambio.




Sergio Belinchón.


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Su trabajo con fotografías intervenidas evidencia cómo lo ausente puede ser también lo borrado, lo tachado, lo manipulado. La ausencia no como falta natural, sino como construcción intencionada, crítica de la memoria visual.




Alberto García-Alix.


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Entre sus imágenes más conmovedoras se encuentra la fotografía de la camisa de su hermano fallecido. Un objeto cargado de memoria y dolor, que sustituye al cuerpo ausente. La ropa se convierte en retrato, en sustituto de lo que ya no está.

Estos ejemplos, entre otros muchos, muestran cómo la ausencia no es un vacío, sino una forma de representación cargada de significados.





Contextualización histórico-cultural


La representación de la ausencia no se da en el vacío (paradójicamente). Está atravesada por acontecimientos socio-culturales:


  • Siglo XIX: en la época victoriana, la fotografía post-mortem permitía conservar el recuerdo del fallecido como si siguiera vivo. Era un intento de llenar el vacío en una sociedad obsesionada con la muerte.

  • Siglo XX: tras las guerras mundiales, la ausencia se volvió símbolo colectivo: ciudades destruidas, sillas vacías en retratos de grupo, fotografías de ruinas como metonimias de vidas perdidas.

  • Décadas de 1970-80: artistas como Boltanski o Sophie Calle trabajaron con objetos y huellas personales, vinculando la ausencia con la memoria y la identidad.

  • Transición española: fotógrafos como Juanes o García-Alix incorporaron la ausencia en lo íntimo y en lo social, reflejando las heridas de un país en transformación.

  • Actualidad: en un mundo saturado de imágenes digitales, la ausencia cobra un nuevo valor. Lo que no se muestra, lo que se borra o permanece en sombra, adquiere más peso que lo que se exhibe constantemente.


La fotografía de la ausencia, por tanto, no es solo una estrategia estética: es también un reflejo cultural y social de cada época.



Conclusión


La fotografía no solo nos habla de lo que está frente a la cámara. También nos confronta con lo que falta: el cuerpo ausente, la voz silenciada, la memoria que ya no se ve. La ausencia, en manos de los fotógrafos, se convierte en presencia evocadora, en relato abierto, en espacio de reflexión sobre la fragilidad de la existencia.


Como hemos visto, desde la fotografía post-mortem victoriana hasta los proyectos contemporáneos, la representación de la ausencia refleja tanto la evolución del medio como los contextos culturales que lo atraviesan. Hoy, en un mundo saturado de imágenes, quizá sea la ausencia la que nos devuelva el valor de lo invisible.


 
 
 

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