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El momento no decisivo: belleza en lo ordinario

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Introducción: romper el mito del instante perfecto

En el bloque anterior hablamos del momento decisivo, esa idea de Cartier-Bresson que nos enseñó a cazar el instante único: ese segundo en el que todo encaja. Sin embargo, la fotografía no solo se nutre de clímax visuales o gestos dramáticos. Existe otra mirada, menos ortodoxa pero igual de potente: el momento no decisivo, el instante en que la vida transcurre sin espectacularidad, sin composición milimétrica, sin sincronía perfecta.


Bernard Plossu y la estética de lo casual

Bernard Plossu, fotógrafo francés contemporáneo, es un ejemplo paradigmático del momento no decisivo. Su obra abandona la grandilocuencia del gesto y la composición perfecta para adentrarse en la cotidianidad de la calle, el tren, el parque o el mercado.

Plossu encuentra interés en lo que otros consideran irrelevante: un hombre leyendo un periódico, un niño que cruza una acera, un perro dormido en el andén. En sus fotografías no hay clímax narrativo evidente; lo que hay es una curiosidad atenta a lo efímero y lo banal. Su registro de la vida cotidiana genera impacto visual y emocional sin necesidad de un instante perfecto.


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Plossu nos recuerda que la fotografía también puede ser contemplativa: que la fuerza de una imagen puede residir en su naturalidad, no en su perfección.


Robert Frank y lo cotidiano sin heroísmo

Un ejemplo poderoso de lo no decisivo está en Robert Frank y su serie The Americans (1958). En una de sus imágenes más inquietantes, Frank retrata un accidente de tráfico: un cadáver yace cubierto por una sábana blanca mientras un grupo de personas lo observa desde la acera.

No hay dramatización estética, ni encuadre heroico: las figuras aparecen dispersas, con gestos torpes, cada una mirando en una dirección distinta. La sábana blanca se convierte en un centro compositivo involuntario, rodeado de la banalidad de la curiosidad humana.


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Esa ausencia de clímax hace que la foto sea brutal: no hay catarsis, solo el registro frío de una muerte anónima en medio de la vida cotidiana. Frank demuestra que lo fotográfico no necesita el instante perfecto para conmovernos; basta con mostrar lo que normalmente se evita mirar.


Otros ejemplos contemporáneos

El momento no decisivo no se queda en Plossu o Frank: muchos fotógrafos contemporáneos han explorado su potencia estética.


  • Stephen Shore: Sus imágenes de moteles, desayunos y calles vacías en Estados Unidos capturan lo anodino con precisión. Lo cotidiano se vuelve digno de contemplación gracias a su mirada paciente y sin dramatismo.

  • Martin Parr: Con un estilo irónico y colorido, sus fotografías de playas británicas, picnics o escenas de consumo masivo exaltan lo banal y lo kitsch. Lo trivial se convierte en crítica y celebración simultánea de la cultura popular.

  • Alec Soth: En sus retratos y paisajes norteamericanos encontramos silencios y pausas. Sus imágenes transmiten soledad, nostalgia y misterio sin necesidad de un gesto sobresaliente. Lo fragmentario adquiere densidad narrativa.



Todos ellos confirman que lo no decisivo no es menor, sino un camino contemporáneo para encontrar sentido en lo banal.


La anatomía del momento no decisivo

Si en el momento decisivo todo se centra en la sincronía y el clímax, el momento no decisivo propone otra lógica:

  • Fragmentar la narrativa: no toda historia necesita inicio, desarrollo y desenlace en un fotograma. Lo incompleto invita a la imaginación.

  • Apreciar lo banal: detalles repetitivos o insignificantes pueden convertirse en detonantes emocionales.

  • Aceptar la imperfección: el gesto cortado, el desorden o la composición torpe también tienen fuerza expresiva.

  • Dar espacio a la ambigüedad: lo no decisivo multiplica los significados posibles y deja que el espectador participe activamente.


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La pedagogía del instante no decisivo

Mientras que los talleres centrados en el momento decisivo entrenan al ojo para anticipar clímax y simetría, la enseñanza del momento no decisivo abre la percepción a lo aleatorio. Los estudiantes aprenden a:

  • Observar sin buscar el gesto perfecto.

  • Valorar la repetición y la acumulación de detalles.

  • Reconocer que la emoción también surge de lo cotidiano.

Esta pedagogía rompe con la tradición del heroísmo visual, democratiza la mirada y nos acerca a la vida real, tal como es: fragmentada, imperfecta y fascinante.


Psicología de lo no decisivo

El impacto del momento no decisivo también se apoya en cómo percibimos las imágenes. La mente no solo responde al clímax; también se activa frente a patrones incompletos, contrastes sutiles y narrativas abiertas.


La teoría Gestalt sigue siendo útil, pero aquí aplicada de forma flexible: la incompletitud genera curiosidad, invita a la interpretación y activa la imaginación.


Como señaló John Szarkowski en The Photographer’s Eye, la fotografía no solo organiza el caos visual: también nos hace participar en él. Las imágenes no decisivas funcionan como ventanas abiertas, en las que el espectador completa la historia y proyecta su experiencia personal.


Momento decisivo vs. momento no decisivo


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El momento no decisivo no contradice al decisivo: lo complementa. Nos recuerda que la vida real rara vez ofrece clímax continuos y que la riqueza visual se encuentra también en lo ordinario.


Conclusión: la fuerza de lo discreto


El momento no decisivo nos invita a desacelerar y a observar lo que sucede entre los instantes que Cartier-Bresson llamaba perfectos. Nos enseña que la belleza y la narrativa pueden surgir sin dramatismo ni sincronía, y que la fotografía puede ser, además de epopeya visual, un acto de paciencia y curiosidad.


El desafío para el lector es claro: ¿seguirá buscando solo la perfección o aprenderá a apreciar la riqueza de lo cotidiano? La fotografía, como la vida, no se limita a momentos extraordinarios; su fuerza a menudo reside en la suma de lo aparentemente trivial.




 
 
 

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